
Réquiem Op. 48 G. Fauré
Desde la primera nota, Fauré nos sumerge en un ambiente de paz y recogimiento.
Es un movimiento de introspección, donde la fe y la esperanza dialogan en un equilibrio sublime.
El Sanctus de Fauré es un himno de luz. Es un instante de pura elevación espiritual.
La luz eterna no es un concepto abstracto, sino una realidad tangible en su música.
Ante la inquietud, el coro responde con una plegaria serena, disipando el miedo con una confianza inquebrantable en la misericordia divina.
El coro, casi incorpóreo, nos transporta a un paraíso donde la muerte no es más que un paso hacia la eternidad, envolviendo al oyente en una paz infinita.